Hablar de "bono democrático" no sirve, confunde


El concepto del "bono democrático" no sirve para definir nada. No explica sino que, por el contrario, confunde con un manejo arbitrario de los términos. Bastantes problemas prácticos tenemos con nuestra debilitada democracia como para aderezarla con teoría inútil por descontextualizada.

Con el facilismo de hacerse eco de las modas verbales que inventan o modifican los términos para referirse a las cosas de manera ´plástica y creativa´ pero sin preocuparse por los contenidos, proliferan entre voceros políticos, comunicadores y opinólogos comentarios y declaraciones que afirman no sólo que habría existido un tal bono democrático en Quintana Roo, a partir de las elecciones estatales del año pasado, e incluso que para estas fechas (unos meses después del arribo del nuevo gobierno) se estaría terminando cuando no, de plano, ya se agotó. Todo debido, se dice, a que no se habría cumplido con la expectativa social de hacer justicia sobre los agravios ejercidos por el anterior gobierno de Roberto Borge y, específicamente, sobre su persona.

Se entiende, entonces, que "bono democrático" es sinónimo de la disposición que tuvo la mayoría del electorado para darle el triunfo al candidato a gobernador distinto al oficial.

¿Significa eso que si la expectativa de algunos no se ha visto satisfecha entonces se desvaneció la democracia en la localidad o algo por el estilo? El concepto no ayuda a entender que estaría pasando entre la sociedad. ¿Ya no va a participar en las elecciones, expresión neta de la democracia indirecta y representativa? ¿O a que ahora va a votar por partidos o candidatos distintos al nuevo oficialismo? ¿O es simplemente que la ilusión tornó en desilusión?

La asistencia masiva en las urnas y el triunfo de un candidato opositor con una coalición de partidos no es un un compromiso de participación social directa para que las cosas cambien porque en la democracia representativa la gente vota y se va a su caso a dejar que políticos y el gobierno hagan la tarea.

Tampoco es un voto de confianza porque justamente es eso lo que los gobiernos tienen que recuperar (u obtener) con un buen ejercicio. Todas las encuestas dicen que la mayoría de la población (en el estado y en el país) desconfían de las instituciones públicas ligadas a la política, las cámaras y el gobierno. 

Esa elección ha sido, en todo caso, una manifestación de expectativa, de esperanza de que se haga justicia, se hagan mejor la cosa pública y las circunstancias generales cambien (desde arriba).

¿Se acabó ella democracia porque se agotó la esperanza de la ciudadanía? Ninguna de las dos cosas. Pura basura retórica.

Ya lo dijo el joven y carismático diputado Pedro Kumamoto: “Persistir en la esperanza es un acto de rebeldía muy importante” 

Finalmente, todo indica que el uso enfadoso del tal "bono democrático" es una derivación simplista de lo que se dio en llamar con justificación el bono demográfico, concepto que en su propia definición explica su importancia y su impacto en la economía de una sociedad:

El Consejo Nacional de Población (Conapo) define al bono demográfico como el fenómeno que se da dentro del proceso de transición demográfica en el que la población en edad de trabajar es mayor que la dependiente (niños y adultos mayores), y por tanto, el potencial productivo de la economía es mayor.

Y ese sí, todo mundo coincide, el país lo desperdició como oportunidad para crecer económicamente.

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